Capítulo 4: La Primera Fiesta
de Cumpleaños
El tiempo se apuró como siempre
se apura cuando no se desea, y rápidamente se acercó el fin del
verano. Lucas no soñó con su madre en varias semanas, lo que lo
tenía muy triste. Quería disculparse con ella por la manera como le
había hablado, y principalmente por haber dudado de su existencia.
Si bien la teoría de Eneas parecía bastante lógica, sus
sentimientos le decían lo contrario, y decidió dejarse guiar por
ellos. Trató de seguir con su rutina, sin volver a mencionarle el
tema a su mayordomo, pero aún continuaba deprimido. Siempre sus
actividades deportivas conseguían levantarle algo el ánimo, y él
trataba de parecer alegre frente a sus amigos, pero pese a sus
esfuerzos no pudo evitar que ellos notaran que algo andaba mal con
él.
- Creo que deberíamos preguntarle
a Diana si sabe algo – dijo Jan mientras se vestía después de
ducharse. Recién habían terminado su habitual práctica de pelota y
se encontraba en los camarines junto a Fran y Rigo, que también se
vestían. Lucas había ido al muro de escalada junto a Diana. - Ella
siempre habla con él y quizás le haya dicho algo. Lo que sea que le
pase lo tiene muy extraño.
- Es buena idea – respondió
Rigo mientras se ponía una camisa, - pero debemos esperar el momento
apropiado. Últimamente no se separan.
- Eso será sencillo – intervino
Fran. - El viernes, cuando termine el partido, tú se llevarás a
Lucas con alguna excusa. Entonces Jan y yo la interrogaremos.
- Me parece muy bien – continuó
Rigo. - ¿Pero qué le digo a Lucas?
- Ya se te ocurrirá algo –
concluyó Fran.
El viernes después del partido
Rigo le pidió a Lucas que le diera algunos consejos para mejorar su
juego, excusa bastante creíble considerando la poca destreza del
chico para el deporte, mientra sus dos amigos tomaban de los brazos a
la sorprendida Diana y la apuraban hasta las bancas detrás de los
camarines exteriores.
- ¡Hey! ¡¿qué se traen
ustedes?! - exclamó la chica.
- Disculpa el modo – respondió
Jan, - pero queremos hablar contigo sin que Lucas se dé cuenta.
- La verdad estamos preocupados
por él – continuó Fran. - Hace un tiempo que lo vemos decaído,
algo triste creemos, y pensamos que tú podrías saber qué le pasa.
- Bueno, sí, mas o menos –
respondió Diana, ya calmada viendo la preocupación de los chicos. -
Creo que tiene que ver con su madre. Ustedes saben lo de sus sueños
y me parece que algo con eso le molesta. Él me cuenta muchas cosas,
pero estoy segura que también se guarda unas cuantas.
- Pero, ¿qué podríamos hacer
para ayudarlo, o por lo menos para levantarle el ánimo? - pregunto
Jan.
- Bueno, no lo sé. Él es muy
reservado con eso. No creo que sea buena idea meternos allí – la
chica pensó unos instantes - ¡Ya sé! Sólo faltan dos semanas para
su cumpleaños...
- ¿Y estaremos invitados a su
fiesta en el palacio? - interrumpió Fran.
- No entiendes - continuó Diana,
– no hay ninguna fiesta en el palacio. Nunca ha tenido una, sólo
ceremonias oficiales y el desfile militar.
- Lo hemos visto, siempre lo
transmiten por la red. Es muy aburrido – dijo Fran.
- Lucas opina lo mismo – dijo la
chica. - No es una fecha alegre para él, sólo hace que se ponga
triste. Lo he visto desde que lo conozco. Pero nosotros vamos a
cambiar eso.
- ¿Cuál es tu idea? - preguntó
Jan.
- Pues organizarle su primera
fiesta de cumpleaños – respondió Diana con el rostro iluminado.
- Es una gran idea – dijo Jan, -
eso seguro lo animará.
- Pues no creo que la Guardia
Imperial nos deje entrar en el palacio para hacerlo – dijo Fran.
- No lo haremos ahí, avispado –
continuó Jan, captando la idea de la chica. - Lo haremos aquí en el
gimnasio. No creo que haya problema para que nos presten una de las
salas de estar. Dos semanas es suficiente anticipación para
organizarnos.
- Es cierto – continuó Diana, -
pero tendremos que hacer la fiesta antes. En los días de su
cumpleaños prácticamente no tiene un momento desocupado, con
ceremonias y visitas protocolares. Él realmente odia eso.
- Entonces tendremos que hacerlo
el próximo viernes – siguió Jan – después del juego de pelota.
Una semana tendrá que bastar.
- No es tan complicado – replicó
Diana. - Seguro que mi padre nos puede ayudar.
Y así fue. Eneas se encargó de
conseguir un salón del gimnasio y los chicos se repartieron la tarea
de conseguir los comestibles y adornos, quedando para Diana la tarea
de elegir un pastel de cumpleaños. Se abocaron con entusiasmo a su
nuevo proyecto, seguros de sacar de esa manera a Lucas de sus
preocupaciones, llegando incluso a pensar que ésa era la principal
causa de su tristeza.
Pero el príncipe no olvidaba el
verdadero motivo. La mañana del martes no podía concentrarse frente
al visor flexible con que trataba de cumplir los estudios que le
había asignado su tutor de lenguaje, y casi contra su voluntad
ingresó las palabras “TRANSMISIÓN SENSORIAL” en el buscador del
portal privado del Palacio. Fue muy grande su sorpresa cuando el
buscador le devolvió el mensaje “0 Coincidencias Encontradas”.
Pensó unos instantes, y decidió buscar directamente en un conocido
portal de ciencias. Buscó de diversas maneras. Cuando se acercaba al
tema, invariablemente aparecía el mensaje “La Página No Puede
Mostrarse”. Después de varios frustrantes intentos, decidió
preguntar a su tutor de matemáticas, cuya clase venía a
continuación, y de paso ahorrarse la excusa por no hacer los
ejercicios de álgebra que tenía como deber.
- No entiendo su pregunta, Alteza
– dijo su tutor - ¿A qué se refiere con que no hay ningún
resultado?
- Bueno – respondió Lucas, - a
qué busco un tema determinado y no obtengo nada, como si estuviera
bloqueado.
- Pues probablemente sea eso
mismo, Alteza. Seguro que el sistema de red del Palacio tiene varios
filtros activos – el tutor lo miró con suspicacia - ¿No estará
tratando de ver algo, digamos, poco apropiado?
- ¿A qué se refiere?
- No lo sé, algo así como...
pornografía.
- ¡No, claro que no! - exclamó
Lucas sobresaltado. La insinuación lo había tomado completamente
por sorpresa y de súbito se sintió muy avergonzado, aún cuando sus
únicas referencias sobre ese tema eran algunas conversaciones
clandestinas con sus amigos en el Colegio Protocolar. - Mejor
comencemos con las ecuaciones.
- Lo que usted diga, Alteza.
Pero las palabras de su tutor lo
dejaron aún más intranquilo. Se preguntaba qué motivos habrían
para que la red del Palacio filtrara ese tema en particular.
¿Tendrían finalmente razón Eneas y la Cofradía en su teoría?
Definitivamente Lucas ya no sabía que pensar.
Todas estas preocupaciones
hicieron que el príncipe no se diera ninguna cuenta de lo que
tramaban sus amigos, por lo que las excesivas precauciones que
tomaban los chicos por mantener el secreto en realidad estaban de
más. Las coordinaciones a espaldas de Lucas con los funcionarios del
gimnasio fueron muy rápidas, y cuando llegó el viernes ya estaba
todo preparado. Sin embargo no sospechaban que antes tendrían una
experiencia deportiva totalmente inesperada. Al presentarse esa
mañana en la cancha para la habitual práctica de pelota, se
encontraron con que otro equipo estaba esperándolos, perfectamente
uniformados. El señor Verde, el entrenador de los chicos, se les
acercó y les dijo:
- Les tengo noticias, chicos. Un
destacamento de cadetes de la Academia Militar de Piros se encuentra
de visita en Ciudad Capital, y cuando supieron que el príncipe
practicaba pelota en nuestro gimnasio, solicitaron tener un partido
contra nosotros. El Emperador lo autorizó esta mañana, supongo que
su Alteza lo sabía – miró a Lucas quien no respondió, pues como
siempre su padre no le había comunicado nada. - Será una buena
experiencia para ustedes. Jueguen como siempre y diviértanse. Yo
seré el árbitro.
Entre los murmullos de sus
compañeros, Lucas se acercó al centro de la cancha, pues como
indicaba el protocolo, era el capitán del equipo. El capitán de los
cadetes, nativo de Piros como indicaba su cabello pelirrojo, lo
saludó con una reverencia:
- Es un gran honor para nosotros
poder jugar con usted esta mañana, su Alteza. Permítame
presentarme. Mi nombre es Maximus Fedorus, Subteniente de Infantería
del Ejército Imperial, Cadete de la Academia Militar de Piros - al
ver la cara de Lucas al escuchar el nombre le dijo: - Conoció a mi
hermano Julius en el Colegio Protocolar de Nixia.
- Sí, claro, lo recuerdo, un buen
amigo... después de todo, – sin inclinarse continuó con las
fórmulas de protocolo - el honor es mío, Subteniente. Espero que su
estadía en Alfa sea de provecho, y que tengamos un juego limpio.
- Por supuesto, Alteza – terminó
diciendo con una reverencia.
Los equipos se retiraron a sus
respectivos lados. Al pasar Lucas junto a Fran, éste dijo:
- Bueno, no puede ser muy difícil.
Pero lo era. Rápidamente los
siete cadetes demostraron su mayor disciplina y preparación física,
pasando adelante en la cuenta. A pesar de su destreza, Lucas fue
constantemente anulado por un fuerte defensa nixiano que no se le
despegaba de su lado, y lo hacia caer al césped frecuentemente con
cierta sombra de placer en los ojos. En un principio los cadetes
subestimaron la habilidad de Diana, lo que le permitió a la chica
embocar un par de tantos en el pequeño arco circular que levitaba a
medio metro del suelo, en el lado de los contrarios. Pero éstos
rápidamente recuperaron su ventaja, y la ampliaron. Al final de
ambos tiempos de treinta minutos, los cadetes habían arrasado por
nueve tantos a tres, dos de Diana y uno de Lucas.
Los chicos se retiraron con
desazón, después de despedirse cordialmente de los vencedores.
Mientras Lucas se dirigía a los camarines, Jan con la cabeza le
indicaba a Diana, Fran y Rigo que lo siguieran.
- ¿Está todo listo? - preguntó
Diana a los chicos.
- El salón está dispuesto con
comida y algunos adornos, pero no pusimos muchos – contestó Rigo.
- ¿Por qué? - volvió a
preguntar Diana.
- No lo sé. Nos pareció algo...
infantil – dijo Rigo. - Después de todo son trece años, y él es
príncipe, habrá ido a muchas recepciones elegantes.
- Estoy seguro que le gustará lo
que hicimos – intervino Fran. - Es una lástima lo del partido.
Probablemente estará más desanimado todavía.
- Pues eso hará que la sorpresa
sea mayor – dijo Diana.
Lucas se extrañó de no encontrar
a sus amigos en el camarín. Tomó de su casillero sus zapatillas de
escalada, su arnés y se dirigió al muro. Mayor fue su extrañeza al
no encontrar a Diana ahí, ya que la chica siempre llegaba primero
que él. Supuso que pronto aparecería y se dispuso a preparar el
equipo de seguridad mientras la esperaba. En ese momento apareció
Rigo corriendo muy agitado. Con la respiración entrecortada dijo:
- ¡Lucas... rápido... vamos...!
- lo tomó del brazo y comenzó a tironearlo - ¡vamos... rápido...!
- ¡Cálmate, cálmate! - Lucas no
entendía que pasaba, y trataba que Rigo se tranquilizara. - Cuéntame
que pasa.
- ¡Diana... Diana...! - lo seguía
tironeando.
- ¿Qué pasa con Diana, cuéntame?
- Lucas estaba preocupado y se le notaba en la cara.
- Entramos... al salón... - Rigo
seguía muy agitado – Diana... fue muy rápido... mucho... vamos...
vamos...
Lucas no esperó más y salió
corriendo junto a Rigo. El chico, aunque no era muy buen deportista,
corría muy rápido. Condujo a Lucas hasta uno de los salones donde
entró sin disminuir su velocidad.
- ¡¡¡SORPRESA!!!
El grito de los que se encontraban
dentro hizo saltar a Lucas, sin entender lo que pasaba. Fran
aprovechaba la cara de Lucas para tomarle unas imágenes con una
cámara holográfica de bolsillo. Allí también se encontraban
Diana, Jan, Eneas y varios chicos que jugaban pelota con él, y que
ya eran bastante cercanos. Rigo se reía tratando de recuperar el
aliento mientras el resto se acercaba al príncipe.
- Feliz cumpleaños, Lucas – le
dijo Diana acercándose y abrazándolo. Los demás hacían lo mismo.
- Pero... pero.. aún no es... mi
cumpleaños – respondió Lucas tartamudeando.
- Sus amigos quisieron celebrarlo
ahora – dijo Eneas acercándose – para poder estar con usted.
- Gracias... no debieron – Lucas
no sabía que decir. Sus ojos empezaron a brillar.
- Pues apaga tu pastel antes que
te pongas sentimental – intervino Jan. Apareció un pastel de crema
con trece velas azules encendidas, y lo pusieron frente al chico.
- ¿Qué debo hacer? - preguntó.
- Pues sopla y apágalas – dijo
Fran, apuntándolo con la cámara.
- Por supuesto – dijo Lucas, y
después de un breve titubeo dio un fuerte soplido, algo exagerado, y
todas las velas se extinguieron.
Todos aplaudieron con algarabía y
alguien encendió un amplificador de sonido de donde se escuchaba el
grupo de moda en Alfa en esos días. Lucas siguió recibiendo abrazos
y felicitaciones. Pronto empezó a recibir los regalos de sus amigos,
los que abría con entusiasmo, ya mucho más relajado. Recibió
libros de pantalla flexible, unos discos de música y cosas por el
estilo. Mientras los demás chicos conversaban, Diana se le acercó y
le entregó un pequeño paquete envuelto en un sencillo pero hermoso
papel impreso. Lucas lo abrió con cuidado. No reconoció el objeto.
- Es una navaja plegable – le
dijo Diana. - Tiene un filo cerámico que no necesita afilarse y un
pequeño haz láser para iluminar y calentar.
- Y está grabada – dijo Lucas,
mirando la inscripción al costado del cuerpo de la navaja. Decía
“Para Mi Amigo Soñador”.
El chico lo miró durante un momento - Gracias – fue lo
único que pudo decir.
En ese momento se acercó Eneas y
lo animó a integrarse a la celebración. Lucas lo hizo, sintiéndose
más feliz de lo que había estado en mucho tiempo.
La celebración transcurría con
mucho entusiasmo, y se escuchaban risas por sobre la música a cada
momento en los distintos grupos de conversación que se habían
formado. De pronto alguien gritó, “¡Miren!”, indicando a la
puerta. Todos voltearon hacia la entrada y vieron que ahí se
encontraba Maximus Fedorus, el capitán del equipo de los cadetes que
acababa de vencerlos, acompañado a sus espaldas de otros dos cadetes
que habían jugado con ellos. Uno de ellos era el nixiano que en
varias ocasiones había dado con Lucas en el suelo. Ya se habían
cambiado su ropa deportiva y ahora vestían muy correctamente el
uniforme de la Academia Militar, compuesto por una gorra blanca plana
con visera, una chaqueta azul de cuello alto a la usanza de la época
colonial del Sistema de Antiqua, un pantalón blanco recto, botas
negras y un brillante espadín colgado de la cintura. Esta presencia
hizo que todos callaran en el acto, e incluso alguien que se
encontraba cerca del amplificador lo apagó. Fedorus miró entorno de
la sala hasta que ubicó a Lucas y con paso resuelto se acercó a él,
mientras el resto de los chicos se abría a su paso.
- Permiso para hablar con su
Alteza – dijo el chico, inclinándose frente a Lucas, al igual que
sus escoltas.
- Permiso concedido, Subteniente –
los cadetes se enderezaron. - Pero por favor no sea tan formal,
especialmente después de la forma como nos derrotaron en la cancha.
- Espero que eso no lo haya
molestado, Alteza – lo dijo sin ninguna ironía. - Hemos venido a
presentarle nuestros respetos. Escuchamos que se estaba celebrando su
cumpleaños en forma anticipada, y nos pareció lo más apropiado.
- Muchas gracias, Subteniente. En
realidad se trata de una celebración informal, que organizaron mis
amigos de sorpresa.
- Siempre es conveniente tener
buenos amigos, que se preocupen por uno, Alteza. Créame que en la
Academia uno puede tener de los mejores, incluso de los que se
sacrificarían de ser necesario.
- Estoy seguro de eso,
Subteniente. Pero dígame, ¿qué los trae a nuestro planeta? Suponía
que los cadetes también estaban de vacaciones durante el verano.
- Y así es efectivamente, Alteza.
Pero nuestra patrulla fue requerida por la Dirección de la Academia
para cumplir una serie de formalidades en Alfa.
- Espero que tengan mucho éxito
con eso, Subteniente. Y vuelvo a agradecerle por sus saludos.
- Gracias a usted, Alteza. Ahora
nos retiraremos. Debemos seguir cumpliendo con nuestros compromisos
en Alfa. Ha sido un honor conocerlo.
El cadete extendió la mano a
Lucas para despedirse, lo que sorprendió mucho al príncipe, porque
estaba totalmente fuera de protocolo, pero entendió el gesto cuando,
al estrecharle la mano, sintió el discreto gesto con el meñique con
que se identificaban los miembros de las cofradías cuando se
saludaban. Fedorus continuó hablando:
- Estoy seguro que podremos
conversar más extensamente en nuestros próximos encuentros. Con su
permiso.
El cadete hizo el saludo militar
llevando su mano a la visera, dio media vuelta, y se dirigió a la
puerta seguido de sus dos escoltas, que no hablaron ni una palabra
durante toda la entrevista. Lucas se lo quedó mirando mientras salía
del salón, y dijo, más para sí mismo que para los que lo
escuchaban:
- ¿Qué habrá querido decir
con...
- ¡Bueno, qué siga la fiesta! -
grito Fran desde atrás, lo que sacó al príncipe de sus
pensamientos. Alguien volvió a encender el amplificador y todos
pudieron seguir conversando y riendo hasta que llegó la hora de
retirarse. Se fueron muy alegres hasta sus hogares, especialmente
Lucas, quién ya no estuvo tan desanimado durante los días que
siguieron.
Finalmente llegó el día del
cumpleaños de Lucas. Como todos los años, esa mañana se realizó
la breve recepción en que el personal de servicio del palacio lo
saludaba y le deseaba una larga y exitosa vida. En esta ocasión el
ambiente fue más alegre que los años anteriores, pues el Príncipe
había llegado a conocer bien a varias de las personas que lo
servían, especialmente a los que trabajaban en la cocina, donde con
sorpresa lo habían descubierto en varias ocasiones preparándose él
mismo algún bocadillo para comer, e incluso lavando los utensilios
que había usado. Cuando le decían que no tenía por qué molestarse
en hacerlo, él respondía que no era ninguna molestia y que tenía
bastante práctica en ello. Eneas no podía evitar sonreír cuando lo
escuchaba. Durante la tarde, como todos los años, se realizó el
gran desfile militar en honor del Príncipe. Esta era una ocasión
festiva para la mayor parte de la población de Ciudad Capital,
aunque había muchas personas que comentaban que no tenían muchos
motivos para celebrar. Coincidentemente, aunque por razones muy
diferentes, Lucas tampoco se sentía muy alegre y se aburría a morir
sentado en el amplio palco oficial desde el que completaba el
desfile. De pronto le llamó la atención un pequeño destacamento
que pasaba en ese momento frente a él, saludándolo a la usanza
militar. Reconoció en seguida el uniforme, la gorra característica
y el espadín a la cintura de los cadetes de la Academia Militar de
Piros con los que había jugado pelota unos días atrás. Le habría
gustado agitar sus manos para saludarlos, y quizás gritarles algo,
pero sabía que no podía hacerlo sin causar una crisis de protocolo
y la vergüenza de los cadetes. Los siguió con la vista,
reconociéndolos individualmente, hasta que pasaron y se perdieron a
la distancia. Entonces Lucas miró a su alrededor y volvió a notar
que se encontraba completamente solo, excepto, claro, por el
destacamento de la Guardia Imperial que lo seguía a todas partes. No
había podido dejar de notar que el número de guardias era
inusualmente alto para ocasiones como esa, y se empezaba a preguntar
por qué. De pronto los vítores de la multitud lo sacaron de sus
meditaciones y vio que su padre entraba como todos los años a la
fría ceremonia en que le entregaba su regalo de cumpleaños. El
Emperador venía acompañado de sus guardias y de algunos de sus
asistentes de costumbre. Le llamó la atención un hombre que no
había visto antes, vestido con el uniforme de los altos oficiales
del Ejército Imperial de Antiqua. Como de costumbre su padre se le
acercó y le entregó un regalo elegantemente envuelto. La caja era
más grande que lo habitual, pero como siempre no despertó ninguna
curiosidad en el príncipe. Sorpresivamente, y saliéndose de todo
protocolo, su padre le hablo:
- Lucas, quiero presentarte al
General Héctor Alaksando – dijo indicando a su acompañante. El
general lo saludó haciendo una reverencia:
- Felicidades por su cumpleaños
Príncipe, espero que esté disfrutando el desfile. - Lucas devolvió
el saludo inclinando levemente la cabeza, como indica el protocolo,
pero no dijo una palabra.
- El general está de visita en
Alfa por estos días y quise presentártelo, – continuó su padre –
pues él será tu comandante durante este año. - Las palabras del
emperador tomaron por sorpresa a Lucas, y no acabó de asimilarlas
bien. Sólo atinó a preguntar:
- ¿Será mi qué?
- Tu comandante – respondió su
padre. Saliéndose también del protocolo, y con la cara llena de
incredulidad, Lucas se puso a abrir rápidamente el regalo que había
recibido. Sus sospechas quedaron confirmadas cuando en el interior
encontró un espadín y una gorra de cadete del Ejército Imperial de
Antiqua. El emperador continuó – El general Alaksando es
Comandante y Director de la Academia Militar de Piros, donde
continuarás tus estudios.
© 2012 Marcos Scotti D.
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