jueves, 5 de enero de 2012

Capítulo 4

Primero quiero desearles a todos un muy feliz año 2012, que sea próspero y que no se acabe el mundo. Con mucho trabajo y muchas celebraciones no me he dedicado mucho a la escritura. Además este capítulo se me fue llenando de cosas y al final resultó el más largo que he escrito, aún considerando el libro anterior. Así que está lleno de eventos significativos, y como siempre, lo más importante al final.


Capítulo 4: La Primera Fiesta de Cumpleaños

El tiempo se apuró como siempre se apura cuando no se desea, y rápidamente se acercó el fin del verano. Lucas no soñó con su madre en varias semanas, lo que lo tenía muy triste. Quería disculparse con ella por la manera como le había hablado, y principalmente por haber dudado de su existencia. Si bien la teoría de Eneas parecía bastante lógica, sus sentimientos le decían lo contrario, y decidió dejarse guiar por ellos. Trató de seguir con su rutina, sin volver a mencionarle el tema a su mayordomo, pero aún continuaba deprimido. Siempre sus actividades deportivas conseguían levantarle algo el ánimo, y él trataba de parecer alegre frente a sus amigos, pero pese a sus esfuerzos no pudo evitar que ellos notaran que algo andaba mal con él.
- Creo que deberíamos preguntarle a Diana si sabe algo – dijo Jan mientras se vestía después de ducharse. Recién habían terminado su habitual práctica de pelota y se encontraba en los camarines junto a Fran y Rigo, que también se vestían. Lucas había ido al muro de escalada junto a Diana. - Ella siempre habla con él y quizás le haya dicho algo. Lo que sea que le pase lo tiene muy extraño.
- Es buena idea – respondió Rigo mientras se ponía una camisa, - pero debemos esperar el momento apropiado. Últimamente no se separan.
- Eso será sencillo – intervino Fran. - El viernes, cuando termine el partido, tú se llevarás a Lucas con alguna excusa. Entonces Jan y yo la interrogaremos.
- Me parece muy bien – continuó Rigo. - ¿Pero qué le digo a Lucas?
- Ya se te ocurrirá algo – concluyó Fran.
El viernes después del partido Rigo le pidió a Lucas que le diera algunos consejos para mejorar su juego, excusa bastante creíble considerando la poca destreza del chico para el deporte, mientra sus dos amigos tomaban de los brazos a la sorprendida Diana y la apuraban hasta las bancas detrás de los camarines exteriores.
- ¡Hey! ¡¿qué se traen ustedes?! - exclamó la chica.
- Disculpa el modo – respondió Jan, - pero queremos hablar contigo sin que Lucas se dé cuenta.
- La verdad estamos preocupados por él – continuó Fran. - Hace un tiempo que lo vemos decaído, algo triste creemos, y pensamos que tú podrías saber qué le pasa.
- Bueno, sí, mas o menos – respondió Diana, ya calmada viendo la preocupación de los chicos. - Creo que tiene que ver con su madre. Ustedes saben lo de sus sueños y me parece que algo con eso le molesta. Él me cuenta muchas cosas, pero estoy segura que también se guarda unas cuantas.
- Pero, ¿qué podríamos hacer para ayudarlo, o por lo menos para levantarle el ánimo? - pregunto Jan.
- Bueno, no lo sé. Él es muy reservado con eso. No creo que sea buena idea meternos allí – la chica pensó unos instantes - ¡Ya sé! Sólo faltan dos semanas para su cumpleaños...
- ¿Y estaremos invitados a su fiesta en el palacio? - interrumpió Fran.
- No entiendes - continuó Diana, – no hay ninguna fiesta en el palacio. Nunca ha tenido una, sólo ceremonias oficiales y el desfile militar.
- Lo hemos visto, siempre lo transmiten por la red. Es muy aburrido – dijo Fran.
- Lucas opina lo mismo – dijo la chica. - No es una fecha alegre para él, sólo hace que se ponga triste. Lo he visto desde que lo conozco. Pero nosotros vamos a cambiar eso.
- ¿Cuál es tu idea? - preguntó Jan.
- Pues organizarle su primera fiesta de cumpleaños – respondió Diana con el rostro iluminado.
- Es una gran idea – dijo Jan, - eso seguro lo animará.
- Pues no creo que la Guardia Imperial nos deje entrar en el palacio para hacerlo – dijo Fran.
- No lo haremos ahí, avispado – continuó Jan, captando la idea de la chica. - Lo haremos aquí en el gimnasio. No creo que haya problema para que nos presten una de las salas de estar. Dos semanas es suficiente anticipación para organizarnos.
- Es cierto – continuó Diana, - pero tendremos que hacer la fiesta antes. En los días de su cumpleaños prácticamente no tiene un momento desocupado, con ceremonias y visitas protocolares. Él realmente odia eso.
- Entonces tendremos que hacerlo el próximo viernes – siguió Jan – después del juego de pelota. Una semana tendrá que bastar.
- No es tan complicado – replicó Diana. - Seguro que mi padre nos puede ayudar.
Y así fue. Eneas se encargó de conseguir un salón del gimnasio y los chicos se repartieron la tarea de conseguir los comestibles y adornos, quedando para Diana la tarea de elegir un pastel de cumpleaños. Se abocaron con entusiasmo a su nuevo proyecto, seguros de sacar de esa manera a Lucas de sus preocupaciones, llegando incluso a pensar que ésa era la principal causa de su tristeza.
Pero el príncipe no olvidaba el verdadero motivo. La mañana del martes no podía concentrarse frente al visor flexible con que trataba de cumplir los estudios que le había asignado su tutor de lenguaje, y casi contra su voluntad ingresó las palabras “TRANSMISIÓN SENSORIAL” en el buscador del portal privado del Palacio. Fue muy grande su sorpresa cuando el buscador le devolvió el mensaje “0 Coincidencias Encontradas”. Pensó unos instantes, y decidió buscar directamente en un conocido portal de ciencias. Buscó de diversas maneras. Cuando se acercaba al tema, invariablemente aparecía el mensaje “La Página No Puede Mostrarse”. Después de varios frustrantes intentos, decidió preguntar a su tutor de matemáticas, cuya clase venía a continuación, y de paso ahorrarse la excusa por no hacer los ejercicios de álgebra que tenía como deber.
- No entiendo su pregunta, Alteza – dijo su tutor - ¿A qué se refiere con que no hay ningún resultado?
- Bueno – respondió Lucas, - a qué busco un tema determinado y no obtengo nada, como si estuviera bloqueado.
- Pues probablemente sea eso mismo, Alteza. Seguro que el sistema de red del Palacio tiene varios filtros activos – el tutor lo miró con suspicacia - ¿No estará tratando de ver algo, digamos, poco apropiado?
- ¿A qué se refiere?
- No lo sé, algo así como... pornografía.
- ¡No, claro que no! - exclamó Lucas sobresaltado. La insinuación lo había tomado completamente por sorpresa y de súbito se sintió muy avergonzado, aún cuando sus únicas referencias sobre ese tema eran algunas conversaciones clandestinas con sus amigos en el Colegio Protocolar. - Mejor comencemos con las ecuaciones.
- Lo que usted diga, Alteza.
Pero las palabras de su tutor lo dejaron aún más intranquilo. Se preguntaba qué motivos habrían para que la red del Palacio filtrara ese tema en particular. ¿Tendrían finalmente razón Eneas y la Cofradía en su teoría? Definitivamente Lucas ya no sabía que pensar.
Todas estas preocupaciones hicieron que el príncipe no se diera ninguna cuenta de lo que tramaban sus amigos, por lo que las excesivas precauciones que tomaban los chicos por mantener el secreto en realidad estaban de más. Las coordinaciones a espaldas de Lucas con los funcionarios del gimnasio fueron muy rápidas, y cuando llegó el viernes ya estaba todo preparado. Sin embargo no sospechaban que antes tendrían una experiencia deportiva totalmente inesperada. Al presentarse esa mañana en la cancha para la habitual práctica de pelota, se encontraron con que otro equipo estaba esperándolos, perfectamente uniformados. El señor Verde, el entrenador de los chicos, se les acercó y les dijo:
- Les tengo noticias, chicos. Un destacamento de cadetes de la Academia Militar de Piros se encuentra de visita en Ciudad Capital, y cuando supieron que el príncipe practicaba pelota en nuestro gimnasio, solicitaron tener un partido contra nosotros. El Emperador lo autorizó esta mañana, supongo que su Alteza lo sabía – miró a Lucas quien no respondió, pues como siempre su padre no le había comunicado nada. - Será una buena experiencia para ustedes. Jueguen como siempre y diviértanse. Yo seré el árbitro.
Entre los murmullos de sus compañeros, Lucas se acercó al centro de la cancha, pues como indicaba el protocolo, era el capitán del equipo. El capitán de los cadetes, nativo de Piros como indicaba su cabello pelirrojo, lo saludó con una reverencia:
- Es un gran honor para nosotros poder jugar con usted esta mañana, su Alteza. Permítame presentarme. Mi nombre es Maximus Fedorus, Subteniente de Infantería del Ejército Imperial, Cadete de la Academia Militar de Piros - al ver la cara de Lucas al escuchar el nombre le dijo: - Conoció a mi hermano Julius en el Colegio Protocolar de Nixia.
- Sí, claro, lo recuerdo, un buen amigo... después de todo, – sin inclinarse continuó con las fórmulas de protocolo - el honor es mío, Subteniente. Espero que su estadía en Alfa sea de provecho, y que tengamos un juego limpio.
- Por supuesto, Alteza – terminó diciendo con una reverencia.
Los equipos se retiraron a sus respectivos lados. Al pasar Lucas junto a Fran, éste dijo:
- Bueno, no puede ser muy difícil.
Pero lo era. Rápidamente los siete cadetes demostraron su mayor disciplina y preparación física, pasando adelante en la cuenta. A pesar de su destreza, Lucas fue constantemente anulado por un fuerte defensa nixiano que no se le despegaba de su lado, y lo hacia caer al césped frecuentemente con cierta sombra de placer en los ojos. En un principio los cadetes subestimaron la habilidad de Diana, lo que le permitió a la chica embocar un par de tantos en el pequeño arco circular que levitaba a medio metro del suelo, en el lado de los contrarios. Pero éstos rápidamente recuperaron su ventaja, y la ampliaron. Al final de ambos tiempos de treinta minutos, los cadetes habían arrasado por nueve tantos a tres, dos de Diana y uno de Lucas.
Los chicos se retiraron con desazón, después de despedirse cordialmente de los vencedores. Mientras Lucas se dirigía a los camarines, Jan con la cabeza le indicaba a Diana, Fran y Rigo que lo siguieran.
- ¿Está todo listo? - preguntó Diana a los chicos.
- El salón está dispuesto con comida y algunos adornos, pero no pusimos muchos – contestó Rigo.
- ¿Por qué? - volvió a preguntar Diana.
- No lo sé. Nos pareció algo... infantil – dijo Rigo. - Después de todo son trece años, y él es príncipe, habrá ido a muchas recepciones elegantes.
- Estoy seguro que le gustará lo que hicimos – intervino Fran. - Es una lástima lo del partido. Probablemente estará más desanimado todavía.
- Pues eso hará que la sorpresa sea mayor – dijo Diana.

Lucas se extrañó de no encontrar a sus amigos en el camarín. Tomó de su casillero sus zapatillas de escalada, su arnés y se dirigió al muro. Mayor fue su extrañeza al no encontrar a Diana ahí, ya que la chica siempre llegaba primero que él. Supuso que pronto aparecería y se dispuso a preparar el equipo de seguridad mientras la esperaba. En ese momento apareció Rigo corriendo muy agitado. Con la respiración entrecortada dijo:
- ¡Lucas... rápido... vamos...! - lo tomó del brazo y comenzó a tironearlo - ¡vamos... rápido...!
- ¡Cálmate, cálmate! - Lucas no entendía que pasaba, y trataba que Rigo se tranquilizara. - Cuéntame que pasa.
- ¡Diana... Diana...! - lo seguía tironeando.
- ¿Qué pasa con Diana, cuéntame? - Lucas estaba preocupado y se le notaba en la cara.
- Entramos... al salón... - Rigo seguía muy agitado – Diana... fue muy rápido... mucho... vamos... vamos...
Lucas no esperó más y salió corriendo junto a Rigo. El chico, aunque no era muy buen deportista, corría muy rápido. Condujo a Lucas hasta uno de los salones donde entró sin disminuir su velocidad.
- ¡¡¡SORPRESA!!!
El grito de los que se encontraban dentro hizo saltar a Lucas, sin entender lo que pasaba. Fran aprovechaba la cara de Lucas para tomarle unas imágenes con una cámara holográfica de bolsillo. Allí también se encontraban Diana, Jan, Eneas y varios chicos que jugaban pelota con él, y que ya eran bastante cercanos. Rigo se reía tratando de recuperar el aliento mientras el resto se acercaba al príncipe.
- Feliz cumpleaños, Lucas – le dijo Diana acercándose y abrazándolo. Los demás hacían lo mismo.
- Pero... pero.. aún no es... mi cumpleaños – respondió Lucas tartamudeando.
- Sus amigos quisieron celebrarlo ahora – dijo Eneas acercándose – para poder estar con usted.
- Gracias... no debieron – Lucas no sabía que decir. Sus ojos empezaron a brillar.
- Pues apaga tu pastel antes que te pongas sentimental – intervino Jan. Apareció un pastel de crema con trece velas azules encendidas, y lo pusieron frente al chico.
- ¿Qué debo hacer? - preguntó.
- Pues sopla y apágalas – dijo Fran, apuntándolo con la cámara.
- Por supuesto – dijo Lucas, y después de un breve titubeo dio un fuerte soplido, algo exagerado, y todas las velas se extinguieron.
Todos aplaudieron con algarabía y alguien encendió un amplificador de sonido de donde se escuchaba el grupo de moda en Alfa en esos días. Lucas siguió recibiendo abrazos y felicitaciones. Pronto empezó a recibir los regalos de sus amigos, los que abría con entusiasmo, ya mucho más relajado. Recibió libros de pantalla flexible, unos discos de música y cosas por el estilo. Mientras los demás chicos conversaban, Diana se le acercó y le entregó un pequeño paquete envuelto en un sencillo pero hermoso papel impreso. Lucas lo abrió con cuidado. No reconoció el objeto.
- Es una navaja plegable – le dijo Diana. - Tiene un filo cerámico que no necesita afilarse y un pequeño haz láser para iluminar y calentar.
- Y está grabada – dijo Lucas, mirando la inscripción al costado del cuerpo de la navaja. Decía “Para Mi Amigo Soñador”. El chico lo miró durante un momento - Gracias – fue lo único que pudo decir.
En ese momento se acercó Eneas y lo animó a integrarse a la celebración. Lucas lo hizo, sintiéndose más feliz de lo que había estado en mucho tiempo.

La celebración transcurría con mucho entusiasmo, y se escuchaban risas por sobre la música a cada momento en los distintos grupos de conversación que se habían formado. De pronto alguien gritó, “¡Miren!”, indicando a la puerta. Todos voltearon hacia la entrada y vieron que ahí se encontraba Maximus Fedorus, el capitán del equipo de los cadetes que acababa de vencerlos, acompañado a sus espaldas de otros dos cadetes que habían jugado con ellos. Uno de ellos era el nixiano que en varias ocasiones había dado con Lucas en el suelo. Ya se habían cambiado su ropa deportiva y ahora vestían muy correctamente el uniforme de la Academia Militar, compuesto por una gorra blanca plana con visera, una chaqueta azul de cuello alto a la usanza de la época colonial del Sistema de Antiqua, un pantalón blanco recto, botas negras y un brillante espadín colgado de la cintura. Esta presencia hizo que todos callaran en el acto, e incluso alguien que se encontraba cerca del amplificador lo apagó. Fedorus miró entorno de la sala hasta que ubicó a Lucas y con paso resuelto se acercó a él, mientras el resto de los chicos se abría a su paso.
- Permiso para hablar con su Alteza – dijo el chico, inclinándose frente a Lucas, al igual que sus escoltas.
- Permiso concedido, Subteniente – los cadetes se enderezaron. - Pero por favor no sea tan formal, especialmente después de la forma como nos derrotaron en la cancha.
- Espero que eso no lo haya molestado, Alteza – lo dijo sin ninguna ironía. - Hemos venido a presentarle nuestros respetos. Escuchamos que se estaba celebrando su cumpleaños en forma anticipada, y nos pareció lo más apropiado.
- Muchas gracias, Subteniente. En realidad se trata de una celebración informal, que organizaron mis amigos de sorpresa.
- Siempre es conveniente tener buenos amigos, que se preocupen por uno, Alteza. Créame que en la Academia uno puede tener de los mejores, incluso de los que se sacrificarían de ser necesario.
- Estoy seguro de eso, Subteniente. Pero dígame, ¿qué los trae a nuestro planeta? Suponía que los cadetes también estaban de vacaciones durante el verano.
- Y así es efectivamente, Alteza. Pero nuestra patrulla fue requerida por la Dirección de la Academia para cumplir una serie de formalidades en Alfa.
- Espero que tengan mucho éxito con eso, Subteniente. Y vuelvo a agradecerle por sus saludos.
- Gracias a usted, Alteza. Ahora nos retiraremos. Debemos seguir cumpliendo con nuestros compromisos en Alfa. Ha sido un honor conocerlo.
El cadete extendió la mano a Lucas para despedirse, lo que sorprendió mucho al príncipe, porque estaba totalmente fuera de protocolo, pero entendió el gesto cuando, al estrecharle la mano, sintió el discreto gesto con el meñique con que se identificaban los miembros de las cofradías cuando se saludaban. Fedorus continuó hablando:
- Estoy seguro que podremos conversar más extensamente en nuestros próximos encuentros. Con su permiso.
El cadete hizo el saludo militar llevando su mano a la visera, dio media vuelta, y se dirigió a la puerta seguido de sus dos escoltas, que no hablaron ni una palabra durante toda la entrevista. Lucas se lo quedó mirando mientras salía del salón, y dijo, más para sí mismo que para los que lo escuchaban:
- ¿Qué habrá querido decir con...
- ¡Bueno, qué siga la fiesta! - grito Fran desde atrás, lo que sacó al príncipe de sus pensamientos. Alguien volvió a encender el amplificador y todos pudieron seguir conversando y riendo hasta que llegó la hora de retirarse. Se fueron muy alegres hasta sus hogares, especialmente Lucas, quién ya no estuvo tan desanimado durante los días que siguieron.

Finalmente llegó el día del cumpleaños de Lucas. Como todos los años, esa mañana se realizó la breve recepción en que el personal de servicio del palacio lo saludaba y le deseaba una larga y exitosa vida. En esta ocasión el ambiente fue más alegre que los años anteriores, pues el Príncipe había llegado a conocer bien a varias de las personas que lo servían, especialmente a los que trabajaban en la cocina, donde con sorpresa lo habían descubierto en varias ocasiones preparándose él mismo algún bocadillo para comer, e incluso lavando los utensilios que había usado. Cuando le decían que no tenía por qué molestarse en hacerlo, él respondía que no era ninguna molestia y que tenía bastante práctica en ello. Eneas no podía evitar sonreír cuando lo escuchaba. Durante la tarde, como todos los años, se realizó el gran desfile militar en honor del Príncipe. Esta era una ocasión festiva para la mayor parte de la población de Ciudad Capital, aunque había muchas personas que comentaban que no tenían muchos motivos para celebrar. Coincidentemente, aunque por razones muy diferentes, Lucas tampoco se sentía muy alegre y se aburría a morir sentado en el amplio palco oficial desde el que completaba el desfile. De pronto le llamó la atención un pequeño destacamento que pasaba en ese momento frente a él, saludándolo a la usanza militar. Reconoció en seguida el uniforme, la gorra característica y el espadín a la cintura de los cadetes de la Academia Militar de Piros con los que había jugado pelota unos días atrás. Le habría gustado agitar sus manos para saludarlos, y quizás gritarles algo, pero sabía que no podía hacerlo sin causar una crisis de protocolo y la vergüenza de los cadetes. Los siguió con la vista, reconociéndolos individualmente, hasta que pasaron y se perdieron a la distancia. Entonces Lucas miró a su alrededor y volvió a notar que se encontraba completamente solo, excepto, claro, por el destacamento de la Guardia Imperial que lo seguía a todas partes. No había podido dejar de notar que el número de guardias era inusualmente alto para ocasiones como esa, y se empezaba a preguntar por qué. De pronto los vítores de la multitud lo sacaron de sus meditaciones y vio que su padre entraba como todos los años a la fría ceremonia en que le entregaba su regalo de cumpleaños. El Emperador venía acompañado de sus guardias y de algunos de sus asistentes de costumbre. Le llamó la atención un hombre que no había visto antes, vestido con el uniforme de los altos oficiales del Ejército Imperial de Antiqua. Como de costumbre su padre se le acercó y le entregó un regalo elegantemente envuelto. La caja era más grande que lo habitual, pero como siempre no despertó ninguna curiosidad en el príncipe. Sorpresivamente, y saliéndose de todo protocolo, su padre le hablo:
- Lucas, quiero presentarte al General Héctor Alaksando – dijo indicando a su acompañante. El general lo saludó haciendo una reverencia:
- Felicidades por su cumpleaños Príncipe, espero que esté disfrutando el desfile. - Lucas devolvió el saludo inclinando levemente la cabeza, como indica el protocolo, pero no dijo una palabra.
- El general está de visita en Alfa por estos días y quise presentártelo, – continuó su padre – pues él será tu comandante durante este año. - Las palabras del emperador tomaron por sorpresa a Lucas, y no acabó de asimilarlas bien. Sólo atinó a preguntar:
- ¿Será mi qué?
- Tu comandante – respondió su padre. Saliéndose también del protocolo, y con la cara llena de incredulidad, Lucas se puso a abrir rápidamente el regalo que había recibido. Sus sospechas quedaron confirmadas cuando en el interior encontró un espadín y una gorra de cadete del Ejército Imperial de Antiqua. El emperador continuó – El general Alaksando es Comandante y Director de la Academia Militar de Piros, donde continuarás tus estudios.

© 2012 Marcos Scotti D.

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